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CUENTO: De Miserable a empresario social: la historia de Juan Valle

[ingredients title=”Damas y caballeros, the Oscar goes to… Juan el Emprendedor.”]

  • Gracias a las industrias de la música y el cine, a estas alturas hay que estar muy despistado para no conocer la novela de Víctor Hugo Les Misérables. Sin embargo, todas las adaptaciones realizadas hasta la fecha han mantenido la historia de Jean Valjean en su ubicación y época originales, la Francia de principios del XIX. Como era de esperar, nuestro juglar no ha podido resistir la tentación de actualizar un personaje tan complejo y lleno de posibilidades. Es más, está decidido a enviar a los señores de Hollywood el guión que hoy nos ofrece en primicia, como alternativa al tristísimo dramón que estos días pulula por los cines del mundo.

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ACTO PRIMERO.

El personaje central de la historia es Juan Valle, un joven mileurista que, por el nefando crimen de haberse descargado de Internet unas cuantas canciones para pasar el rato, es condenado a pasar 30 años en una prisión de máxima seguridad. El régimen carcelario se caracteriza por la crueldad y el sadismo con que se trata a los presos: en justo castigo por sus tropelías, los internos son obligados a contemplar a diario todos los reality shows de la televisión. Gravemente traumatizado por tan extremos abusos psicológicos, Juan Valle consigue por fin la libertad condicional, después de 20 años en prisión y otras tantas ediciones de Gran Hermano.

 

Como es lógico, el pobre Juan ha desarrollado tal obsesión por las cámaras que cree que todo el mundo le persigue y que todos sus movimientos están siendo grabados. Por desgracia, en su caso es verdad. El inspector Javier, un policía que se aplica a su tarea con celo desmedido, está convencido de que Juan Valle no está arrepentido de sus crímenes, y de que volverá a descargarse material pirateado en cuanto tenga la más mínima oportunidad. Por eso le vigila estrechamente y sabotea todos sus intentos de conseguir un trabajo. Tan pronto como Juan Valle sale de alguna entrevista, el potencial empleador recibe un correo electrónico anónimo (aunque los espectadores sabemos que proviene del inspector Javier) con un insidioso mensaje: “¿Está seguro de que desea incluir en su plantilla a un individuo que ha pasado 20 años en prisión por no respetar la propiedad ajena?”. Huelga decir que, con semejante campaña en contra, las posibilidades del pobre Juan de encontrar un trabajo son francamente escasas, por no decir inexistentes.

 

Cuando por fin se da cuenta de que le va a ser complicado ganarse la vida de manera honrada, decide aprovechar sus conocimientos y montar una estafa a lo grande. Ni corto ni perezoso, prepara en Prezi la presentación de un supuesto proyecto empresarial de altos vuelos y se dispone a captar los fondos de un business angel. En realidad, el verdadero y avieso objetivo de nuestro protagonista es hacerse con el dinero y desaparecer en algún país sin convenio de extradición.

 

Llega así Juan Valle a las lujosas oficinas de Mr. Bishop, un conocido inversor que atiende sus explicaciones con gran amabilidad e interés. Sin embargo, al terminar la presentación el hombre sorprende a Juan con estas palabras: “Mira, hijo, puede que yo sea un ángel, pero no estoy en las nubes tocando el arpa. Eres un hombre inteligente y podrías sacar adelante el proyecto, excepto por el pequeño detalle de que, obviamente, no tienes ninguna intención de hacerlo. La idea no está ni trabajada ni elaborada. ¿Piensas que a estas alturas voy a dejarme engañar por unas cuantas ideas grandiosas y una proyección financiera completamente inventada?”.

 

Juan Valle se queda lívido y hace ademán de abandonar las oficinas, pero se lo impiden los dos fornidos guardaespaldas de Mr. Bishop. “No, no te vayas”, continúa el inversor. “Antes de que vinieras me he tomado la molestia de investigarte (trato de ser un ángel omnisciente) y conozco tus circunstancias. Por eso, en contra de lo que me sugieren mis abogados y mi propio sentido común, he decidido darte una oportunidad. Voy a aportar los fondos para tu proyecto. Realmente pienso que puedes sacarlo adelante. No voy a presionarte ni a vigilarte, pero de ahora en adelante no podrás culpar a nadie de lo que ocurra con tu vida. Tienes la ocasión de empezar de cero. ¡Depende de ti!”.

 

Asombrado y conmovido por la inesperada bondad de Mr. Bishop, Juan Valle experimenta una catarsis y se promete a sí mismo hacer algo valioso con su vida.

 

ACTO SEGUNDO.

Han pasado varios años y el inspector Javier trabaja ahora como jefe de policía en una localidad benévolamente gobernada por el señor Muffin, que no sólo es el alcalde sino también el propietario de la fábrica más importante del lugar. Para desesperación de Javier, Juan Valle parece haber desaparecido de la faz de la Tierra… Es verdad que el señor Muffin se parece mucho al antiguo presidiario, pero ¿quién es el valiente que le pregunta a su jefe directo si por casualidad es un delincuente convicto que huyó violando los términos de su libertad condicional?

 

Por supuesto, los espectadores sabemos que, efectivamente, el señor Muffin no es otro que Juan Valle, reconvertido en honesto y próspero hombre de negocios. Sin embargo, el exitoso empresario muestra ciertas carencias en lo que concierne al liderazgo y la gestión de equipos: por ejemplo, no tiene ni idea de que el capataz de su fábrica es un patán que acosa sexualmente a las trabajadoras y fomenta el mobbing entre sus empleados.

 

Una de las víctimas de este indeseable es Martina, una madre soltera que, en un momento de desesperación y con muy mal criterio, ha dejado a su pequeña hija Clotilde al cuidado del matrimonio Tenpardiez. Bajo el pretexto de regentar un hotelito rural, este par de majaderos sin escrúpulos se dedican a desplumar a todo el que se les pone a tiro, demostrando que los consumidores pueden llegar a ser bastante obtusos a la hora de detectar una estafa.

 

Para remate, los Tenpardiez son unos maltratadores que tienen a Clotilde trabajando como una esclava, ignorando olímpicamente el principio 5 del Pacto Global de Naciones Unidas sobre erradicación del trabajo infantil. No contentos con eso, convencen a Martina de que la niña está muy enferma y le exigen cada vez más dinero para su manutención y para los tratamientos médicos que, según ellos, necesita. Mientras Juan Valle-Muffin se dedica a ejercer de prócer sin enterarse de lo que acontece delante de sus narices, Martina es despedida de la fábrica por negar sus favores al repelente capataz. Al no poder atender las crecientes demandas monetarias de los estafadores, entra en una espiral autodestructiva y termina cayendo gravemente enferma.

 

Mientras tanto, debido a un error en la base de datos de la Interpol, [restrict] un pobre despistado que pasaba por allí es confundido con el fugado Juan Valle y entra en prisión a la espera de juicio. Ante la inminente injusticia, el señor Muffin reacciona y se dispone a confesar al inspector Javier su verdadera identidad. Sin embargo, antes de entregarse se tropieza (casi literalmente) con la agonizante Martina y, conmovido por su historia, le jura que se hará cargo de Clotilde como si fuera su propia hija.

 

Claro que, para cumplir tal promesa, primero tiene que deshacerse del inspector Javier, que no está dispuesto a perder su rastro ahora que lo ha recuperado. Fiel seguidor de las reglas y ordenanzas, el pertinaz policía no accede a darle el tiempo que necesita para asegurar el futuro de Clotilde, por lo que Juan Valle-Muffin liquida sus activos, paga una fortuna a los Tenpardiez para recuperar a la niña y vuelve a desaparecer. El inspector Javier se queda con un palmo de narices.

 

 

ACTO TERCERO.

Otro salto espacio-temporal y nos encontramos con Clotilde a punto de alcanzar la mayoría de edad. El prófugo Juan Valle y ella llevan una vida tan discreta como si estuvieran en el programa de protección de testigos. Gracias a la sabiduría inversora desarrollada por nuestro protagonista, que no se pierde un número de la revista MI DINERO, viven cómodamente de las rentas del capital que acumuló durante sus años de triunfante emprendedor.

 

A través de su cuenta en Facebook, Clotilde entra en contacto con un tal Darío, líder del grupo contestatario “Indignados de la Plaza Mayor”. Los rebeldes tienen como objetivo dinamitar el sistema financiero, al que culpan de la pobreza y las escasas expectativas de futuro de muchas familias. Con el fin de lograr suficiente repercusión mediática, se han instalado con pancartas y tiendas de campaña en la Plaza Mayor de la localidad. Clotilde y Darío se conocen en persona y experimentan un desbordamiento hormonal que está a punto de dar al traste con el compromiso social de Darío y con la habitual discreción de la jovencita.

 

La mala suerte hace que el inspector Javier esté infiltrado en el foro privado que los indignados de la Plaza Mayor tienen en Internet. Comportándose como un auténtico troll, el obstinado representante de la ley se dedica a sembrar cizaña y a encender los ánimos (ya de por sí bastante alterados) de los jóvenes indignados, con el fin de erosionar desde dentro la cohesión del grupo. A través de Darío llega a Clotilde y desde ella a… ¡Oh, sorpresa! El inspector Javier constata con gran felicidad que puede matar dos pájaros de un tiro: acabar con la rebelión y capturar de una vez por todas al escurridizo Juan Valle.

 

Por su parte, el susodicho Juan está con la mosca detrás de la oreja, porque la antaño tímida y cursi Clotilde parece estar espabilándose a marchas fozadas. Finalmente Juan Valle se entera de la existencia de Darío y, decidido a proteger la felicidad de Clotilde, se arroga la misión de salvar de sí mismo al exaltado joven. Así que se infiltra él también en el foro de los indignados, donde sin saberlo comienza a interactuar con su mismísima némesis, el inspector Javier.

 

En ese momento, un joven hacker que pertenece al grupo detecta algo raro en las intervenciones de Javier y rastrea su conexión hasta el servidor de la policía. Al darse cuenta de que han tenido al enemigo en casa, clausuran el foro y convocan una reunión presencial en la que se decide “liquidar la identidad” de Javier. El plan consiste en borrarle de todas las bases de datos administrativas y financieras, para que se convierta en un fantasma legal y sienta en sus propias carnes lo que significa estar excluido: todo el mundo sabe que, hoy día, aunque los demás puedan verte en tres dimensiones, no existes ni tienes derechos a menos que estés representado por unos cuantos números en el mundo virtual. ¿O es que acaso alguien puede considerarse humano sin tener una cuenta bancaria?

 

Sin embargo, Juan Valle es un blando y se compadece del cruel destino de Javier, aun cuando sabe que el precio será tenerle pegado como una garrapata para el resto de sus días. Le avisa de que ha sido descubierto y le orienta sobre las medidas a tomar para evitar la destrucción de todos sus datos identificativos. Javier, anonadado por el inesperado altruismo del hombre al que ha perseguido con saña durante toda su vida, experimenta una dolorosa crisis de identidad. No se ve capaz de arrestarle pero tampoco puede continuar mirándose al espejo si no lo hace, así que opta por la vía expeditiva y se suicida laboralmente, renunciando a su puesto en la policía.

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Al final, el inspector Javier y Juan Valle se asocian y montan un emprendimiento social para facilitar la inclusión digital y financiera de los colectivos excluidos. Los indignados levantan las tiendas de campaña y comienzan a trabajar para ellos. La película termina con todos cantando, después de haberse pasado con las copas en la celebración del primer aniversario de la empresa. [/restrict]

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